lunes, 14 de noviembre de 2011

Antes de dormir...

Antes de partir al refugio del dolor de la carne y de espíritus enfermos, al campo de batalla en la frontera de la vida y de la muerte, al tren que lleva sueños y trae pesadillas, a la confidente de amores platónicos y a la rendición del más valiente de los guerreros; Antes de irme a la cama, quiero compartir con vosotros un texto de indudable esplendor y con el que, en estos momentos, me siento muy identificado.
Son líneas escritas por un poeta frustrado, un rockero sin control, un yonki de las mujeres, pero ante todo, un gran amigo y mejor persona: Mi hermano Andrés Felipe Avellaneda Prada.

"Y se fue... No dijo adiós, ni si quiera un hasta luego... Bueno, miento, lo ultimo fue "no quiero volver a saber nada de ti" y "suerte" forzados, obligados... y gracias tendría que dar, pues poca cosa más merecía.
Un amor mal acostumbrado a idas y venidas, a bailes díscolos y a deshoras. Un amor acido, pero que engancha. Un amor extraño… pero amor.

Ella, residente de un corazón emigrante, habitante de burdeles abandonados, pasajera de autobuses de derrotas, y aficionada a las fotos de fracasos. La musa de los poetas censurados, amante de los más necesitados y la novia del olvido.
Su astucia le convirtió en lo que el espejo reflejaba y a su vez odiaba, criticaba y era esclava. Su falda le describía y sus andares le condenaban, la juez de los olvidados y mal abogada de los que como yo, baratos, se vendían.
Ella, tan astuta, tan puta, tan mujer…"

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