lunes, 17 de octubre de 2011

Una historia entre tantas...

"Recuerdo bien aquel puto sábado. Me acuerdo tan bien porque la noche anterior perdí el último resquicio de esperanza y felicidad que albergaba mi corazón. 

Aquel día, como no podía ser menos, me levante triste, sin ganas de nada, de bajón. Pase todo el sábado durmiendo y quejándome. Sólo, aparcado como un mueble en el comedor con la única compañía de la tele. 


Por la noche decidí salir, incluso como cualquier otro sábado salí dispuesto a pasarlo bien. Mi única esperanza era la de no encontrarme con ella.
Para no deprimir a nadie, opte por salir acompañado de mi único fiel compañero, ese que nunca falla, ese que está tanto en los malos como en los buenos momentos: "Mi gran amigo el alcohol".

No sabía dónde ir ni a donde dirigirme. No creáis que es fácil elegir. Es uno de esos míseros pueblos en los que no hay nada. Uno de esos inmundos lugares en los que ni las gaviotas, en plena primavera, quieren venir a hacer sus nidos. Al final opte por la solución rápida: Ir donde va todo el mundo. Hacer lo que socialmente está establecido como “normal”. Pero, ¿Quién establece los parámetros de la normalidad?

Bueno pues sí, acabe en aquella asquerosa discoteca llena de preadolescentes preocupados porque su pelo fuera lo suficientemente engominado, o por enseñar la marca de los calzoncillos. Yo todavía me pregunto si de verdad llevar el nombre de un hombre impreso en la ropa interior y encima exhibirlo es moda. Sinceramente, con todos mis respetos, me cuesta, y mucho, aceptar que ahora es tendencia lo que antes sólo le pasaba al “tonto del pueblo”. El mundo se esta volviendo loco. Y Así estamos, cada día más incivilizados, buscando patrones de conductas en modelos que nos vende la televisión. Pero eso es otro tema que ahora no viene a cuento.

Eran alrededor de las dos y aquello empezaba a llenarse. Me tome tres tercios y un ron cola. Compre un paquete de Lucky strike y empecé a fumar como un carretero; ¿Yo fumando? ¡Quién lo diría! Quién me ha visto y quién me ve.

Aguante todo lo que pude en aquel sucio lugar. Escuche toda la música basura que pinchaba un tal Dj Carlos, pero decidí irme. Si hubiera escuchando otra vez más “ayer la vi” de Juan Magan, juro que hubiera optado por cortarme allí mismo la venas. Así que sin más dilación, y antes de ofrecer aquel grotesco espectáculo, preferí marcharme.

Tarde media hora en cruzar la discoteca y salir a la calle. Y no porque no pudiera pasar, ¡No! Sino porque cada dos pasos me paraba a saludar. Muchos pensareis que eso está bien, que es bueno tener amigos y tener una vida social lo suficientemente amplia. A mí a pesar de que me tachéis de raro puedo decir, que esa mierda me da mucha grima. No puedo considerar amigo a alguien que ves una vez cada dos meses y a las que en otras condiciones, que nos fuera las de un sábado por la noche, esquivarías para no cruzarte con ella. La falsedad mueve el mundo. Y aún así, aunque no tienes la necesidad, te paras y por cortesía haces la misma pregunta una y otra vez: “¿Qué tal va la vida?”; ¡¿Qué tal la vida?! ¿Qué me importa a mi tú vida? Me pregunto. A lo que inmediatamente respondo: Nada, no me importa lo suficiente la mía, como para preocuparme por la tuya.

¡Por fin estaba fuera! Mire el reloj y me quede perplejo, eran las 4. Habían pasado dos horas desde la última vez que mire aquel diabólico aparato que iba restando segundos a mi mísera vida.

Siendo las 4 de la mañana, la pregunta era obligada: ¿Qué se puede hacer a estas horas en un pueblo como este? No pensé mucho y decidí ir al único sitio que a esas horas podía estar abierto: Un pub con nombre de figura geométrica, (de catorce lados para ser más concreto), que se encontraba a escasos cincuenta metros de aquel templo de garrulismo. 


Entre y: ¡Dios que diferencia! ¿Cómo en menos de cincuenta metros podía cambiar tanto el ambiente? 

Con respecto a mis gustos: la música de aquel lugar era bastante buena. La iluminación apropiada, sin flashes cegantes ni humos tóxicos. Lo único que fallaba algo era la gente. Pase de ser la niñera de aquellos mocosos, a ser él bebé babeante y descontento al que tenían que cuidar. Aun así, y a pesar de que yo bajaba la media de edad de aquel lugar, me gustaba. 

Nada más entrar me dirigí a la barra, pedí un tercio, encendí otro cigarrillo y me fui al fondo (como acostumbro a hacer todos los sábados). La verdad es que no fue buena idea, pues allí me la encontré. Estaba bailando y pasándolo bien. Yo me derrumbe y con las mismas me di la vuelta y me largue.
Todavía me pregunto cómo se puede querer tanto a alguien que te ha hecho tanto daño y más por segunda vez. Pero aún con esas, yo la quería.

Salí fuera del pub y decidí marcharme a casa. 
Por el camino me pare en un parque a fumarme el último cigarrillo que me quedaba. Me puse a observarlo fijamente y vi una similitud bastante notable con el momento que estaba viviendo. Ese era yo: Un cigarrillo que se enciende, se consume y después se tira y se pisa. Termine el cigarro y antes de ponerme filosófico proseguí con la ruta que seguía todos los sábados para llegar a mi casa. 

Al final, entre pitos y flautas, me acosté a las 6 de la madrugada, aunque daba igual, no tenia pensamiento de levantarme en todo el día, pero a las 12 de la mañana el teléfono me despertó (¡Mierda, se me había olvidado ponerlo en silencio!) Lo cogí y era un amigo: –Dime tío, ¿Qué quieres? – ¿Te he despertado? –Que va, llevo dos horas despierto, me has pillado fregando el coche. (Claramente mentí) –Ok, ¿Te vienes esta tarde a tomar café? –La verdad es que no tengo ganas. – ¿Qué te pasa? te veo desganado. –Nada tío, no te preocupes. Es que estoy un poco cansado, voy a ver si esta tarde me la tomo de relax. 
Acabe el domingo tal y como empecé el sábado: triste, sin ganas de nada, de bajón, solo, aparcado en el comedor con la única compañía de la tele… 

Pues sí queridos lectores, esto que puede parecer una estúpida parodia o una historia aburrida, es mi vida. Tan triste como suena. Sin remilgos ni reparos."


╠═══════╬═══════╣


Esta “historia metafórica de mi vida”, la escribí en mi viejo blog un domingo de resaca. He decidido publicarla, para explicar cómo me sentía en aquel momento. Solo, amargado, desganado y sin la más mínima alegría por vivir. Pensando en que jamás podría volver a empezar de cero. 

Leyendo esto, me doy cuenta de cuanto ha cambiado la cosa desde aquel fin de semana. Ya no me preocupa aquello por lo que me tire días hundido. No me preocupa la soledad. No me preocupan mis relaciones anteriores, mis desmotivaciones, mis convicciones, mis objetivos... ¡No me preocupa nada! Simplemente creo que he perdido toda esperanza de algún día poder volver a ser feliz. Pero no os asustéis. Perder esa esperanza me ha hecho ser completamente libre, a la par que entender que no merece la pena sufrir por nada. Nuestra vida se juega con cartas sin marca, no se puede cambiar. Lo que tenga que ser, será. Darle vueltas a esto es tontería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario