sábado, 10 de diciembre de 2011

Libertad indeseada

- ¿Que te pasa?, te veo preocupado.

- Pues nada que mi novia se va una semana de viaje con todas sus amigas y casi todas son solteras y un poco pendones. La verdad, es que me da mucho miedo y no sé cómo decirle que no quiero que se vaya.

- Con tu permiso te voy a contar una historia: 
"Para Luis las despedidas de soltera no eran otra cosa que el momento en donde las mujeres les ponían los cuernos a sus novios. Luis era un chico inseguro, muy celoso y algo machista.
Un día su novia, Claudia, le dijo que se iría con sus amigas de viaje, para celebrar la despedida de una de ellas, una semana a Ibiza.
-¡Nos vamos de viaje!- le dijo ella muy contenta.
-Si quieres seguir conmigo, más vale que lo olvides- respondió Luis.
Ese fue el comienzo de una tremenda discusión. Obviamente Claudia no tenía la menor intención de no ir al viaje con todas sus amigas porque el imbécil de su novio se lo prohibiera, a pesar de que lo amaba; y Luis no tenía la menor intención de dejar que su novia se fuera a zorrear con las amigas a Ibiza y que su relación se fuera a pique. No iba a tolerar bajo ningún concepto que le pusiera los cuernos. 
Ella le juraba y le perjuraba que sería más fiel que Caroline Ingalls, pero Luis intentaba explicarle una y otra vez que no se trataba de desconfianza, sino que él sabía perfectamente que el ambiente que se vivía en ese viaje la iba a llevar inevitablemente a tener algún tipo de aventura, y él no estaba dispuesto a pasar por esa situación. Era terminante, si se iba no lo veía más.
Claudia tampoco quería dar el brazo a torcer, dado que le parecía totalmente injusto no poder disfrutar de ese viaje como lo harían todas sus amigas.

El día de partida se iba acercando y ninguno de los dos modificaba su actitud.
El tren saldría a las diez de la mañana del día siguiente. Dado que Claudia no cambiaba de opinión, Luis se despidió de ella la tarde anterior diciéndole que si ella había elegido viajar antes que continuar su relación con él, sería porque tal vez no lo quería lo suficiente. Ella le aseguró que al volver lo llamaría y que seguirían adelante como hasta ahora.
-No se te ocurra llamarme cuando vuelvas, porque si te subes a ese tren no quiero volver a verte nunca más- respondió él. Eso en realidad no era cierto, pero quería agotar todos los recursos para evitar que se fuera.
A las doce de la noche sonó el teléfono de Luis. Era Claudia. No viajaba. Lo quería mucho como para perderlo por un viaje.
“¡Tigreeee!” se dijo a sí mismo. Él podía haber dado su brazo a torcer hacía un rato cuando la cosa se puso fea. Pero no lo hizo y logró su cometido.
Ella no estaba enfadada, porque entendió que todo lo había hecho porque la quería. La relación continuó con total normalidad. Es más, este episodio logró que la pareja estuviera aún más unida. Podríamos decir que todo era ideal.
A los tres meses la abuela de Claudia la invitó a un viaje en barco a Argentina, junto con su madre y su tía. El viaje duró quince días, pero Luis la extrañó como si fuera un año, a pesar de que recibió como diez cartas de ella diciéndole lo interminables que se le estaban haciendo los días lejos de él. Parecía como que quería tirarse del barco y venir nadando a abrazarlo. Es que estaban tan enamorados…
A su regreso Luis fue a buscarla al puerto y pasaron el resto del día juntos.
Ya era de noche cuando sonó el teléfono en la casa de Claudia.
-Hola- atendió ella.
-¿Pero cómo conseguiste mi teléfono?, yo no te lo di –continuo diciendo, pero sin demasiado enfado en su voz.
Ahí Luis se puso como loco y empezó a preguntar: -¿Quién es?
Claudia, tapando el auricular le respondió en voz baja:
-Un chico del barco…
-¿Un chico del barco?- repitió Luis exasperado.
-Sí… -dijo Claudia entre incomoda y dubitativa- …se llama Matías… es un amigo…
-¿Un amigo? ¡Amigo mis cojones!-
Luis sabía perfectamente que nadie que hubiera conocido a su novia en el barco quería ser su amigo. La única intención que podría tener ese tipo era robársela. Cuando Claudia trató de retomar la conversación telefónica, el tipo, evidentemente asustado por la discusión que escuchó, había cortado.
Luis se armó de paciencia para explicarle a Claudia que ese tipo que había conseguido su número de teléfono por algún lado y la estaba llamando, no tenía ningunas intenciones amistosas y le pidió
que no volviera a hablar con él. Y en el caso de que llamara nuevamente, le dijera que no volviera a hacerlo.
Claudia lo entendió.
Al día siguiente Luis estaba en su trabajo y no podía evitar pensar en el episodio del teléfono.
¿Qué hubiese pasado si el tipo hubiera llamado cuando él no estaba?
¿Podía confiar en su novia?
Estaba seguro que sí, pero le molestaba terriblemente tener un buitre rondando.
La próxima vez que llamara, ¿ella le diría que no la llame más como le había prometido?
Fue entonces cuando se le ocurrió una idea brillante para quitarse la duda.
Llamó a un cadete amigo que trabajaba en la empresa y le pidió que llamara por teléfono a su novia diciendo que era ese tal Matías del barco, mientras él escuchaba la conversación desde otro teléfono paralelo.
Tenía muchas ganas de escuchar como ella le paraba los pies.
Qué lindo sería oírle decir: “Por tu culpa tengo problemas con mi novio, no me llames nunca más”.
-Hola Claudia, habla Matías, -dijo el cadete.
-Tú no eres Matías… -respondió Claudia con una voz entre dulce y dubitativa.
-Sí, sí… soy yo… -insistió el cadete mirando a Luis como pidiéndo ayuda.
No funcionaba, había que cambiar la estrategia.
Luis tapando el auricular le apuntó en voz baja: -Dile que en realidad eres un amigo de Matías… que Matías no se animaba a llamarla porque se había dado cuenta que podía tener problemas si estaba el novio…
En realidad esto sonaba bastante ridículo y poco convincente, pero fue lo único que se le ocurrió en aquel momento. De última si no se lo creía, Luis le diría: “Soy yo mi amor… era una broma”.
El cadete le dijo exactamente lo que Luis le había apuntado y fue a partir de ahí cuando empezó a nublarse el mundo.
-Pero mi novio ahora no está, dile a Matías que me llame… -dijo ella.
Después de esta respuesta, el cadete miró nuevamente a Luis como esperando instrucciones.
Luis estaba tan shockeado que no atinaba a decir absolutamente nada, por lo cual el cadete decidió tomar vuelo en la conversación por sí mismo.
-Dime la verdad, ¿qué pasa con Matías? –preguntó el cadete.
-Con Matías hay mucho feeling… mucho feeling… -respondió Claudia con una vocecita de dulzura increíble.
-¿A qué te refieres con mucho feeling?
-Tú me entiendes… hay mucho feeing.
-Pero, ¿pasó algo entre vosotros?
-Y… ¿no te lo contó Matías…?
Luis estaba blanco. Lo que estaba sucediendo seguramente era una pesadilla de la que pronto se despertaría.
-Y con tu novio ¿Qué piensas hacer? –preguntó el cadete que ya era un experto en su rol.
-Con mi novio está todo mal.
-¿Todo mal? –exclamó mirando de reojillo a Luis que estaba a punto de desmayarse.
-Sí, con mi novio está todo mal… Dile a Matías que no sea tonto y que me llame…
Basta. Ya era suficiente. No lo soportaba más.
Luis le quito el teléfono al cadete y le dijo a Claudia con voz seria y tranquila: -Hola Claudia, soy yo.- Durante unos quince minutos estuvo intentando obtener una respuesta de ella. Sentía su respiración en el teléfono, pero no respondía.
-Ya está –le decía Luis- ya lo he escuchado todo, ahora háblame…
Silencio. Él se había enterado y ella estaba tan aturdida que no sabía cómo responder.
Después de un rato de insistencia, Claudia sólo atinó a decir tímidamente: “Me ahogaste”." 

¿Qué tal?
Resulta que él con sus celos, con su inseguridad, con su actitud posesiva e incluso machista, la había ahogado.
Bueno, la historia continuó. Se encontraron, se pelearon, después se arreglaron, al tiempo se volvieron a pelear, más tarde se amigaron de nuevo, en fin, lo de siempre…

Analicemos un poco la situación desde el principio.
Luis no la dejó ir de viaje por miedo a que ella le pusiera los cuernos
A la mierda. Se los puso igual.
Si tú crees que tu novia puede ser infiel, y la tienes atada, no tienes una novia fiel. Simplemente tienes a alguien, que no te quiere, atado.
Si esa persona no te conviene, más vale darte cuenta lo antes posible. Osea, dale libertad. Que haga lo que quiera. Que te sea fiel porque te quiere y no porque tú la estás controlando. Su fidelidad no es algo que tú puedas manejar. Sus sentimientos tampoco.
“-Me voy de viaje con mis amigas.
-Que te diviertas.”
Si se va con otro, dale las gracias a ese otro. Ponle un moño en la cabeza y que se la lleve envuelta para regalo. No te merecía, no era para ti…

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